En su obra “El niño, el secreto de la infancia”, Montessori insiste en la necesidad de un conocimiento científico del alma del niño, pero rechaza la idea de que el conocimiento haya de ser rígido y mecánico para ser científico.

El maestro debe ser científico y místico, si quiere ser descubridor del secreto de la infancia y sabio guía de su desarrollo.
Así se expresa M. Montessori: “Tratemos de infundir en una misma alma, el espíritu de áspero sacrificio del científico y el del éxtasis inefable del místico, y tendremos perfectamente preparado el espíritu del maestro”.
IDEAS PRINCIPALES QUE SE DERIVAN DEL TEXTO:
El niño es un ser particular, cualitativamente distinto del adulto.
El niño posee unas energías que tienden al auto desarrollo.
El niño posee un puro y profundo amor que carece de dureza y de cálculos (ésta es su diferencia fundamental con el adulto).
El adulto no debe intervenir abusivamente en el desarrollo del niño ya que puede anular sus fines innatos.
El adulto debe renunciar a sus propias necesidades y adaptarse a las condiciones del niño, para ayudarle a sus finalidades.
El adulto no comprende y no tiene noción de la actividad motriz del niño y se limita a impedir esta actividad.
Los padres se tienen que organizar para restituir los derechos del niño en la escuela y a su vez la sociedad debe velar porque la familia esté preparada para recibir y cuidar a sus hijos.
La razón de las desviaciones es que el niño no ha podido realizar el plan primitivo de su desarrollo.
El niño sabe que a través del adulto puede actuar para conseguir algo, ejemplo de esto tenemos los caprichos...
Hay dos trabajos imprescindibles en la humanidad: el que le corresponde al adulto y el que le corresponde al niño.
El niño no sigue la ley del esfuerzo mínimo como el adulto.
La razón de las desviaciones es que el niño no ha podido realizar el plan primitivo de su desarrollo.
El niño sabe que a través del adulto puede actuar para conseguir algo, ejemplo de esto tenemos los caprichos...
Hay dos trabajos imprescindibles en la humanidad: el que le corresponde al adulto y el que le corresponde al niño.
El niño no sigue la ley del esfuerzo mínimo como el adulto.
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